Todo arte de combate, como el Kali, es un fiel reflejo de la cultura del país al que pertenece.
Por consiguiente, para poder entender mejor este arte, deberemos conocer en profundidad, la historia y la cultura de las lejanas Islas Filipinas, como así también los principales datos geográficos de esta región.
Sobre este último punto podemos decir que se trata de un territorio insular formado por más de 7000 islas, en donde la mayoría de la población está concentrada en once de las mismas, formándose tres regiones diferenciadas: Luzón, Visayas y Mindanao.
El origen de la población filipina y de su cultura es aún hoy tema de investigación por parte de antropólogos e historiadores, sin embargo la mayoría de los estudios realizados hasta ahora coinciden en señalar que diversos grupos étnicos migraron desde el centro de Asia e Indonesia, entrando por diferentes vías al territorio filipino. Inclusive existen teorías que abren la posibilidad de encontrar los antecedentes migratorios de esta cultura en la India, Persia y aún Egipto.
Debido a la quema de numerosos archivos durante la época de la ocupación española por parte de la Inquisición, no han podido ser probadas las reivindicaciones de algunas tribus que dicen ser descendientes de las hordas de Ghengis Khan o de Alejandro Magno. Hay sin embargo pruebas arqueológicas de que ciertas tribus filipinas tienen en efecto alguna conexión con Egipto.
El primer grupo de individuos del que se guardan archivos era gente relativamente alta y de piel muy morena, aunque poco se conoce sobre su cultura. Se sabe que fueron rápidamente reemplazados por otro grupo de menor estatura, de piel más oscura y cabello parecido al de la raza negra, y con una tecnología más avanzada. Durante este período coexistían en las islas otros dos grupos raciales, ambos del tronco pigmeo.
Después de los llamados “negritos”, comenzaron a llegar las diferentes hordas de invasores. Los primeros fueron Protomalayos, posiblemente originarios de Nueva Guinea. Les siguieron dos oleadas procedentes de la India. Estos pueblos fueron mezclando sus genes con los anteriores grupos.
Alrededor de siglo V se comenzó a formar uno de los primeros imperios del Sudeste Asiático: un grupo llamado los Brahims, que llegó desde la India a Sumatra, creó el famoso Imperio Hindú-Malayo de Sri Vishaya, conquistando y colonizando muchas tierras. Su fama y gran influencia fue muy notoria en toda Asia y en el Pacifico.
El impacto cultural del Imperio Sri Vishaya fue significativo: incorporaron un alfabeto, una cosmología diferente, un calendario y, por supuesto, nuevas habilidades en el arte de combatir que enriquecieron las ya existentes. Estos cambios se dieron fundamentalmente en la región central de Filipinas, en Visaya. Otro factor histórico muy importante fue la introducción de la religión musulmana en el sudoeste de las filipinas, principalmente en Sulu y Mindanao, por lo que las islas del sur del archipiélago llegaron a ser conocidas como “Moro Land” (tierras moras) y a los habitantes de esta región por lo tanto se los pasó a denominar moros.
Como consecuencia de este proceso y teniendo como base esta misma región, alrededor del siglo XII surge un gran imperio llamado Madjapahil, abarcando el sur de filipinas y buena parte de Indonesia.
Los filipinos prehispánicos no eran aquellos salvajes que pretenden hacernos creer numerosos libros. Cientos de años antes de la aceptación de la igualdad de sexos por parte de los europeos, las mujeres filipinas ya podían tener propiedades a su nombre, dirigir negocios, dar su apellido a los hijos e incluso tomar parte en la política.
Para cuando los españoles invadieron las islas, los filipinos estaban ya tan civilizados como sus invasores. Los orgullosos sultanes moros de Sulu y Mindanao eran hombres de vasta cultura que se preciaban de coleccionar libros, leer y escribir en árabe, seguir códigos legales y promocionar artes como la talla de la madera y del marfil, la fabricación de armas llegó a alcanzar la categoría de arte.
La calidad de las armas filipinas era comparable a la de Toledo en España, o a la de Damasco en los países árabes.
Por eso cuando los españoles desembarcaron en las Islas, a principios del siglo XVI, esperaban encontrarse con una tierra virgen habitada por nativos que utilizasen las mismas armas de piedra y las mismas lanzas de madera que los habitantes de las tribus de América. La sorpresa fue grande. Uno de los primeros y más famosos personajes extranjeros en encontrarse con los mortales palos filipinos fue Fernando de Magallanes. Lapu Lapu fue el gran jefe guerrero quien, junto a sus hombres, acabó con Magallanes. Los antiguos filipinos hicieron de la lucha con los palos un arte. No es de extrañar que los rápidos palos filipinos fuesen tan temidos. Sus movimientos elípticos, redondos, cambiantes de revés, etc. con sus ángulos distintos y con gran movimiento constante, los convertían en un arma a la que era muy difícil enfrentarse.
Pero los españoles volvieron, con más soldados, conquistando gran parte del territorio filipino, iniciando una feroz resistencia que duró cuatro siglos, en la cual los filipinos tuvieron que modificar y adaptar en parte su sistema de lucha.
El ejemplo más claro es la asimilación del sistema de lucha de los españoles, basado en la utilización de la espada y la daga, los filipinos tomaron los elementos que creyeron más efectivos y los adaptaron a su propia personalidad con el fin de derrotar al invasor.
Haciendo gala de su inteligencia y de su gran capacidad de mimetismo, los filipinos estudiaron el arte de combate y estrategia de sus conquistadores y, después de un profundo estudio, nuevos estilos florecieron en diferentes partes de las Islas. Los nombres por los que eran conocidos estos estilos procedían de sus tácticas, de los lugares o del nombre de sus atacantes; nombres como “Repetición”, “Retirada”, “Largo mano”, “Abanico”, “Toledo”, “Bergonia”, “Bohol”, “Italiano”, etc. Hoy en día hay más de cien estilos en el arte filipino del Kali.
A pesar de que la ocupación española duró alrededor de cuatro siglos, una región del archipiélago nunca logró ser conquistada totalmente, eran las islas del sur, habitadas por los denominados moros.
Los moros desarrollaron el combate cuerpo a cuerpo hasta la perfección. Sus armas preferidas eran: el “bolo”, un gran cuchillo de hoja ancha parecido al machete; el “kris”, el famosos cuchillo de hoja ondulada; el “kampilan”, una enorme espada que requiere de ambas manos para esgrimirla, parecida al mandoble; el “latonka”, un pequeño cañón que disparaba una bala de un cuarto de kilo; y lanzas forjadas al fuego llamadas “cimbalan”, que se lanzaban a los barcos enemigos antes del abordaje.
Los moros podían luchar en tierra, en barco, a caballo, en canoas y nadando. Solían vestir una armadura que podía resistir la mayoría de los filos, y a la vez se ataban el cuerpo con una soga que hacía las veces de soporte y torniquete en el caso de ser cortados o heridos por disparos.
Los españoles nunca alcanzaron a entender la psicología de los moros, para los cuales luchar era tan natural como comer o dormir. Los moros recibieron a los españoles no como dioses blancos llegados del mar, con extrañas armas y sobresaliente tecnología, sino como un simple participante más de las interminables guerras que habían llevado a cabo durante siglos.
Una vez que los españoles invadieron Filipinas a gran escala y dominaron a sus habitantes, el arte del Kali fue prohibido, convirtiéndose en un arte secreto practicado tan sólo en la noche, bajo la luz de la luna o en lugares escondidos y clandestinos, pasándose solamente de padres a hijos a través de la danza “Sayaw”. La conexión entre el baile y las Artes Marciales Filipinas era tal, que incluso el desaparecido maestro Juan Lacoste era conocido como maestro de baile más que como Guro de Kali.
El código guerrero era susurrado en la noche: “bahala na”, que puede traducirse como: “que sea lo que Dios quiera, nadie podrá conquistar mi alma”. Los jóvenes aprendían las posturas simbólicas y gestos con los cuales guerreros que hablaban distintos idiomas podían comunicar sus intenciones. Por ejemplo, dos manos cruzadas significaban: “Aunque me cortes la cabeza no me rendiré”; un arma apuntando al suelo y la otra al cielo querían decir: “Pongo al cielo y la tierra como testigos de que nunca me rendiré ante ti.”
La presencia española provocó la dispersión del Kali y multiplicó las diferencias en su práctica y en su uso. Los estilos del norte usualmente se basaban en el palo muy largo y espada también muy larga, diseñados para la distancia larga. Estos estilos normalmente no contenían técnicas de mano vacía.
Los estilos del centro estaban basados en la espada y en la daga, para la distancia media y corta. Estos estilos tenían un refinado arte de mano vacía, boxeo, luxaciones, proyecciones, etc. Finalmente los estilos del sur se entrenaban con los palos, pero usaban las espadas para la lucha, y al igual que los estilos del centro también tenían sus técnicas sofisticadas de mano vacía.
Hacia finales del siglo XIX, el sentimiento nacionalista filipino comenzó a manifestarse. José Rizal fue uno de los primeros en levantar la bandera contra el colonialismo español, pero fue encarcelado finalmente y ejecutado en 1896. En este año se incrementó la ideología revolucionaria, y en ella destacó Emilio Aguinaldo, jefe del Movimiento de Libertad Nacional.
Los filipinos declaran su independencia y nombran a Emilio Aguinaldo como Presidente Provisional. Cuando España entró en guerra contra Estados Unidos, ésta fue derrotada y el archipiélago filipino pasó a manos de los estadounidenses. Pero las relaciones con el nuevo invasor no fueron nada cordiales, hubo luchas en Manila y se sucedieron guerrillas en buena parte del territorio, en donde los moros volvieron a jugar un rol de primera línea en el enfrentamiento al nuevo conquistador.
Desde el punto de vista de las Artes marciales Filipinas, se puede decir que el paso más importante que los norteamericanos dieron, contradictoriamente, en su ocupación de las Islas, fue la derogación del bando contra las Artes Marciales Filipinas. Mientras se continuaba manteniendo un alto grado de secretismo por parte de los maestros, empezó a reconocerse y a recompensar a aquellos individuos que habían mantenido el arte vivo y que lo promovieron. Por primera vez los artistas marciales se sintieron libres de viajar y de compartir su arte con otros practicantes. Se comenzó a abrir un proceso de intercambio entre escuelas y también con los extranjeros.
Cuando llegaron los americanos, en 1898, en las Filipinas, el aspecto del arte de mano desnuda llamado Panantukan, impresionó mucho a los soldados americanos, convirtiendo el estilo tradicional de boxeo inglés con las “ Palmas de las manos hacia arriba” invirtiendo la posición de las manos, haciéndolo más efectivo y como lo conocemos hoy en día.
La independencia formal de las Filipinas fue proclamada el 4 de julio de 1946 como consecuencia de la heroica lucha mantenida por los filipinos contra el invasor imperio japonés.
Queda claro que a lo largo de su historia el Kali, como arte de combate filipino por excelencia, evolucionó adaptándose exitosamente a las necesidades de este pueblo en sus numerosas y sangrientas batallas por la libertad y por su definitiva independencia
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